domingo, 10 de marzo de 2013
Soneto VI
Creo que no hay manera ninguna de pararlo,
sentimiento que se desborda, devastación;
como saludar a un adiós, cómo soportarlo.
Al final hay que aceptar las cosas como son.
Dejar de arrancar falsos soles y de llevarlos
por negros páramos de noches a condición,
de coger trozos de pensamientos, de armarlos
y ver que son otro signo de interrogación.
Otra vez, me prepararé para ser mordido,
para ver la sangre de afilados colmillos
corriendo entre las grietas de horas eternas,
huyendo de mí mismo, de mi ánimo herido,
ávido, a la caza de impetuoso brillo
con el que impulsar el ronco ego de mis piernas.
jueves, 7 de marzo de 2013
Soneto V
Sentada al final del pasillo, rubia de escándalo;
me miraste con ojos fugaces y nerviosos.
Tu dulce timidez frente a mi deseo vándalo,
dos hijos del puro fuego en duelo estrepitoso.
Evitábamos el choque, el fiero vahído
que en remolino abrasador rudo agitaba
la inocencia pretendida de rostros perdidos,
pueriles semblantes que la evidencia mostraban.
Tus raudos pies tomaron un paso apresurado,
dejando tras de sí agrio y punzante sabor
a burdo silencio de barata cobardía.
Entre la espada y la pared, con sumo cuidado,
haberte cogido el cuello de exento rubor,
haber besado tus celestes labios querría.
martes, 5 de marzo de 2013
Soneto IV
Límpido manifiesto de brillo por la ausencia,
el motivo. No adivino ninguna razón.
No llega a torcer el brazo de la conciencia
ni la nevada barba ni el pelo cartón.
Bajo los brazos erupciona tosca apariencia
de súbito, denso aroma en químico bofetón.
¿Qué pudor, qué recato, qué formas, qué decencia?
Calcetín sudado bandera de la nación.
Amasando una pereza con justificante,
mastico tripas de minutos entre mis dientes,
cayendo en océano de vísceras flotantes
donde me hundo en largo viaje sin vuelta latente
y la bañera no es más que orilla distante
en los ojos de olvidado y huraño presente.
viernes, 1 de marzo de 2013
Soneto III (Inspirado en What am I to you de Norah Jones)
¿Qué soy para ti? -dijo con un soplo de voz-.
Sus yertos ojos eran dos ardientes puñales
que escarbaban en mi conciencia con diente de hoz,
explotando como un estornudo de cristales.
¿Cómo ser trémula gota ante huracán furioso
y blandir boca ante tal iracundo dolor?
¿Cómo apagar los coletazos de un fuego ansioso
que calcina su ilusión en negro color?
—Has sido la caricia, el abrazo, el beso,
del sol tras cielo sangrante primera razón,
la sonrisa por la que algún día fui preso—.
Me asomé a un abismo de desbocada emoción,
sintiendo el vértigo de la verdad en mis huesos
y acabé por romperle su roto corazón.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)