jueves, 7 de marzo de 2013

Soneto V


Sentada al final del pasillo, rubia de escándalo;
me miraste con ojos fugaces y nerviosos.
Tu dulce timidez frente a mi deseo vándalo,
dos hijos del puro fuego en duelo estrepitoso.

Evitábamos el choque, el fiero vahído
que en remolino abrasador rudo agitaba
la inocencia pretendida de rostros perdidos,
pueriles semblantes que la evidencia mostraban.

Tus raudos pies tomaron un paso apresurado,
dejando tras de sí agrio y punzante sabor
a burdo silencio de barata cobardía.

Entre la espada y la pared, con sumo cuidado,
haberte cogido el cuello de exento rubor,
haber besado tus celestes labios querría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario