sábado, 27 de julio de 2013

Para qué

Anoche, otra  vez, la misma conversación.
Discusiones sobre esta o aquella conspiración.
Preguntas sin respuesta, no hay solución.
Tú elijes volverte loco o volver a la frustración.
Pillo una recortada y me lío a tiros.
Me relajo, pienso en la familia, los amigos.
Si no fuera por ellos, probablemente,
hace mucho tiempo ya que me hubiera ido.
Sí, demasiado duro, pero es la puta verdad.
¿Y tu corazón?, apuesto a que no sabes dónde está.
Me encanta esa piva, me irá bien un tiempo,
pero el amor no huele bien cuando se está pudriendo.
Hago cálculos, no me compensa el recuento.
Al aire la fortuna, gravilla de lamentos.
Incongruente, el sol muerde en mi frente.
Al cielo, suspiro una vez más mientras aprieto los dientes.

¿Para qué?
¿Merece la pena?
¿Para qué?
¿Crees que algo va a cambiar?

En el parque cuarentones hablan de gasolina,
del fútbol, de las tetas de la vecina.
Familias felices, sí, y una mierda.
Si los secretos tuvieran puertas abiertas.
Yo no quiero una vida de supermercado.
Fumo y bebo solo, bien acompañado.
Verdades como puños, solo soy realista.
Traer a un crío al mundo me parece un acto egoísta.
Inestable, el equilibrio es una ilusión.
Culpable, tengo el ego partido en dos.
La mayoría de las veces no llego a comprender.
Mamá, no me mires así, yo no te pedí nacer.
Inhóspito es el propósito, estoy perdido.
Indómito e ilógico, es el camino.
Y al final siempre termina igual:
la vida es una mierda y la tienes que aceptar.

¿Para qué?
¿Merece la pena?
¿Para qué?
¿Crees que algo va a cambiar?

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