Voy de la mano de la muerte a ver si aprendo a vivir.
Que ya es hora de recibir, lo que es mío,
dejar de ser un crío, y descubrir,
mil lugares, mis bares,
bebiendo copas hasta que mi cuerpo se desmaye.
Rubia de infarto, tacón de aguja,
encima mía, pidiéndome que no pare.
No tengo amores pero sí mucho amor,
así que a besos con alcohol invito yo.
Cerré el candado y tiré la llave.
Ahora solo me quedo con lo mejor.
Seré lo que yo quiera ser,
apoyado en la ventana, viendo llover,
y a mi lado, bendito el silencio,
sin nadie que me diga lo que debo hacer.
Tan solo y tan bien acompañado,
tirando al fuego los baches del pasado.
Necesito hacerlo por mí
y por todo lo que aún no me he demostrado.
El tiempo está corriendo a mi favor,
me gusta sonreír ante cada enfado.
No pienso que todas sean unas putas
porque solo una me haya fallado.
Adelantado, no soy el que fui,
ni espero ser el que está por venir.
Cada día es un libro abierto.
Para tocar el placer tuve que aprender a sufrir.
De Alameda Colón hacia el final,
la oscuridad es la bombilla en el camino.
La hemorragia de la nostalgia
me inunda mientras pienso en lo que escribo.
Cruzando las fronteras,
sabiendo que allí nadie nos espera.
Es jodido decir adiós
pero el exilio es lo único que nos queda.
C
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