miércoles, 4 de diciembre de 2013

Öxido

En el vacío, ¿cuándo será el próximo?
¿Cuándo, el siguiente disparo de óxido?
Negro, venenoso, que como herida de bala,
abre tus carnes y profundo se clava.
Como un temor, un dolor, ardor invencible,
como el calor del amor, frecuentemente invisible.
Voy como puedo, sin pasta en los bolsillos,
la cerveza el verso, el cigarro el estribillo.
Escribir me ayuda a seguir,
a vestir la sangre de carnavales.
A reducir esos demonios,
que como novias cínicas clavan sus puñales.
Abismales, caminos no tienen final.
Demasiado esfuerzo volver a empezar.
En medio de la jungla,
me estoy preguntando si podré soportar el vendaval
de fieras, nacidas en vientre de quimeras
que se derraman al volcar negra chistera,
cayendo por el precipicio
que esconden tus tetas, divinas enfermeras.
No hay barreras entre el antes y el después,
pues esta mierda está atacando otra vez.
Se está consumiendo el cuerpo de esa vela.
Se está escurriendo el tiempo en otra escena,
más, que jamás volverá.
La luz encendida pero me asusta mi oscuridad,
a ras del peligro por nubes de felicidad
si voy subiendo por escaleras de cristal.
El calendario despliega su mar
y sus días son barcos que a la deriva van,
como un horizonte sin colores,
como un primer amor perdido en los cajones.
No puedo vencer, no tengo razón de ser,
estoy gritando en silencio y tú no me ves.
Más sombras que luces, caigo de  bruces,
de nada sirve preguntarse por qué, por qué...
Emociones, sin razones.
La incertidumbre me tiene atrapado.
Sigo sin saber qué hacer.
Siempre puede ser demasiado.
Quiero controlarlas, pero no puedo,
de mis brazos nacen cuerdas sujetas al miedo.
Con las manos, aprieto esa garganta,
pero su ceniza se escurre entre mis dedos.
No te engañes, fuegos en mi partida,
hay mil maneras de morir en vida.
Aunque mi rostro sonría,
es solo un telón hacia un pintor de tormentas enfurecidas.
Es mi piel la que lleva las cicatrices,
así que me da igual lo que me digas.
Podemos hablar de sol a sol,
pero seguiré pensando que mi causa está perdida.
Confundida, entre tus palabras y las mías.
Solo sé que no tengo opción de parar.
Siempre vendrá, en la tranquilidad,
puerta de madera y puño de metal.
Algún día mis venas simplemente reventarán
pintando con lingotazos de alma la pared.
Un cuadro de calvario visceral
que fue pero no volverá a ser.

C


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